lunes, 18 de febrero de 2013

Lieben II.

     Hola. Lamento muchísimo no haber actualizado antes. No fue flojera, sencillamente no tenía internet. Pero hoy voy a subir las dos partes faltantes. Ahora una de amo homosexual entre hombres, y después de que vea Boku no Pico subo la última. Espero que lo disfruten.
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Lieben II: Encuentro fortuito.


    Nicolás caminaba con paso ligero hacia ninguna dirección en particular. Millones de lágrimas se acumulaban en sus ojos, amenazándolo con salir. Pero su orgullo no se lo permitía, y tragaba con fuerza, intentando que el doloroso nudo en su garganta desaparezca. Estaba devastado, triste y, ¿por qué no? también un poco molesto. No se explicaba por qué todo, TODO debía sucederle a él. ¿Enamorarse de su mejor amiga, y que resulte ser lesbiana? Cosa de locos, que solo podría pasarle a una persona como él. Desgraciada, desafortunada.
     Desde niños intentó conquistar a Stephanie. Le regalaba flores, chocolates, se comportaba como un caballero y hasta le daba clases particulares de las materias que le resultaban difíciles. Pero todo eso parecía ser en vano, porque ella jamás le dedicó más que una sonrisa de sincera amistad. Y él no quería ser su amigo. Se moría de ganas de besarla, y permanecer a su lado para cuidarla y hacerla feliz. No tenía malas intenciones, y jamás haría algo para herirla. Pero nada podía modificar su situación actual, y mucho menos ahora que la había visto besando a otra mujer. ¿Era eso? ¿Acaso Stephanie siempre había sido lesbiana, y él no lo notó?
     Lleno de dudas, sintió la necesidad de sentarse y ahogar sus penas en el escozor de sus ojos. No quería dar un espectáculo en medio de un parque lleno de niños jugando, y parejas felices besuqueándose, por lo que decidió entrar a un bar y pedir un café negro. No era muy amante de la cafeína, pero fue lo primero que se le vino a la cabeza. No estaba de humor para comenzar a beber alcohol tan temprano, y eso era medianamente sano. Una vez que le trajeron su encargo, se tapó el rostro y comenzó a llorar. Desesperación, ira, tristeza. Eso sentía. No comprendía en qué momento se había enamorado tanto para que le duela de esta manera. Tenía un hueco en el estómago que no lo dejaba respirar, y la vista se le nublaba. ¿Por qué debía sufrir así? ¿Qué había hecho él para merecer tan brutal castigo? Jamás le deseo ni le desearía a nadie eso que estaba atravesando. Sufrir por amor era una tontería para muchos, pero cuando lo vives en carne propia… notas que no es nada tonto.
     Poco a poco el llanto paró y los espasmos de detuvieron. Oyó a lo lejos una voz. Por algún motivo sentía que era a él a quien hablaban. Cuando levantó el rostro había un chico que le palmeaba la espalda con gesto preocupado.
     —Me llamo Mateo ¿Te sientes bien? ¿Qué pasa?— le decía, pero no llegaba a comprender del todo la situación. No hasta que el muchacho se sentó frente a él, y le preguntó con toda la seriedad del mundo qué era lo que le afligía.
     Lo observó detenidamente, y se sintió sincero. Inhaló aire, y le comentó que la persona que amaba estaba con alguien más. El otro lo meditó un instante, y con una triste media sonrisa le dijo:
     —Vamos, anímate. Hay muchas otras personas en el mundo dispuestas a amar y ser amadas.
     Un ápice de curiosidad lo envolvió, y se detuvo minuciosamente en sus facciones. «Su cabello es como el mío—pensó— pero sus ojos son de color… oscuro, más no es castaño ni negro. Aun así parecen dos bellas gemas, como piedras luminosas. ¡Claro, y las piedras son…!»
     —Grises.
     —¿Disculpa?
     —Tus ojos son grises.
     —Sí, desde que tengo memoria.—Esbozó una sonrisa como de ciento veinte kilovoltios que sonrojó a Nicolás.
     «¿Quién posee una joya tan linda como esa en el rostro?» se preguntó, dando un sorbo a su ya helado café.
     Conversaron durante aproximadamente una hora. Mateo le confesó que recientemente también tuvo una desventura amorosa, pero que supo sobrellevarlo luego de que su hermana le hizo comprender que si no lo amaban no podía obligar a nadie a que lo hicieran. Sonrió plácidamente mientras revolvía la Lágrima que había pedido un tiempo atrás.
     —Estoy seguro de que el hilo rojo del destino es extenso, pero que sabe guiarme hacia dónde está mi verdadero amor. Por eso estoy aquí…
     Bruscamente, Nicolás sacó cinco pesos de su bolsillo, y los dejó sobre la mesa, como propina para el mozo. Se despidió de Mateo algo abrumado por lo recientemente dicho, y le agradeció con un simple «Gracias». Se encaminó a la salida rápidamente, pero en la puerta del lugar sintió que le tocaban el hombro, y se dio la vuelta para ver quién era.
     —Solo quiero decirte que… puedes solventar conmigo cualquier problema.—Le tomó la mano, y dejó en ella un papel. Cuando Nicolás desvió su mirada cerúlea hacia el pedazo de hoja que llevaba números escritos con una bonita caligrafía, Mateo lo tomó de la cintura y le alzó la barbilla, dándole un casto pero exquisito beso. Al desunirlo, lo miró divertido, pidiéndole con un gesto que lo llamara pronto, y echó a correr con una risa pícara en el rostro.

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