miércoles, 19 de agosto de 2015

Simplicidad.

     Nunca compartían momentos así.
     Sus ojos estaban fijos en el horizonte, contemplando una triste puesta de sol que a Oliver se le antojó molestamente eterna. Estaba demasiado inquieto como para distenderse en los rayos de luz débiles y agónicos. Necesitaba expresarse cuanto antes, pero sabía que sus palabras solo arruinarían el momento de paz que estaban atravesando. Incómodo, decidió guardar silencio un momento más, pues esa podía ser la última vez que estén juntos. Se inclinó un poco hacia su amante, y capturó su mano. La ligera calidez que desprendía no logró, por primera vez, calmar sus nervios.
     Por su parte, Salvador no podía estar más relajado. Miró un segundo a Oliver, y suspiró. Sabía que tenía que decirle algo, y estaba seguro de lo que se trataba. Nunca había tenido que atravesar una situación de ese  tipo, y no sabía cómo reaccionar. Amaba a Oliver, sentía una pasión infinita hacia su ser. Y no pasaba solo por el plano físico, realmente creía que algo unía sus corazones con una vehemencia nunca antes descrita. Pero no podía alarmarse. Si bien leía pánico en los ojos de él, no se podía permitir caer. No quería dejarlo ir, pero lo haría si la necesidad de hacerlo era grande. Estaba seguro de que volvería a él cuando fuera tiempo.
—Oli, tiene algo para decirme, ¿verdad? Ya suéltalo.—Los ojos de Oliver se abrieron como platos. Creyó que, tal vez, ya era el momento de dejar ir todo.
—Escúchame bien lo que te voy a decir...—acarició el cigarrillo de marihuana que tenía en el bolsillo, sintiendo la imperiosa necesidad de fumarlo—. Sabes que te quiero, ¿verdad? Y que jamás haría algo para dañarte. Pero en estas últimas semanas me he sentido un tanto extraño.
 Salvador cerró los ojos. No quería oírlo, no quería que su corazón se destruyera. Habían pasado demasiados riesgos como para que todo acabase ahora. El nudo en la garganta le apretaba cada vez más. Quería salir corriendo, pero no sentía las piernas. Su cuerpo estaba en off, su cabeza no paraba de recrear imágenes en las que todo continuaba bien, y su corazón latía muy despacio, tanto así que casi creyó que iba a detenerse, y pensó que hubiera sido mejor así.
—¿Qué tanto de extraño?
Oliver suspiró.
—Demasiado. Todo lo que sentía... siento por ti... Tengo dudas.
     Definitivamente él no debía estar allí. No debió correrlo aquella mañana, ni perderse en esa zona tan oscura. Se sintió fuera de lugar en ese momento, y los últimos seis meses. ¿Qué había sido todo eso que sintieron? O tal vez todo había provenido de una sola parte, de un solo corazón, y en realidad lo único que compartieron fue una confusión de mente y una jugarreta de sus sentimientos.
—¿Sientes algo por Joe?
—Es probable.
     La escena era horrible. La luz estaba apagándose. Un chico de cabello rubio lloraba en silencio, con los ojos dejaba ver su alma rota. El otro parecía demasiado angustiado por sus palabras como para consolar a quien más necesitaba un abrazo.
—¿Lo dejaremos todo atrás?
—Salva, no quiero que sufras, Pero no me siento completamente dispuesto a establecer una relación. Prefiero cortar por lo sano.
—¿Cortar por lo sano?—Una pequeña risa se escapó de sus labios. ¿Qué era lo sano? ¿No era amarse sin medida?
—Discúlpame por no estar a la altura de tus sentimientos.
     Dicho esto, se levantó. No pudo se capaz de decir adiós, y en alguna parte de su ser sabía que era imposible despedirse de él. Tuvo la certeza de que el destino los volvería a juntar, aunque no estuvieran preparados para estar juntos. Lo que les sucedía era demasiado complejo para que sus almas tan simples y tan rotas pudieran entenderlo, para que pudieran disfrutar los ocasos, e incluso para entender que lo único que no podían hacer era estar separados.