viernes, 29 de mayo de 2015

Ocaso.

     El cielo rosáceo que acoge tanto amor y tanta paz no hace más que alterarme. Son los colores dignos de un día que muere, y nos deja con la duda de si lo vivido lo disfrutamos al máximo; si nuestras acciones fueron las correctas; si tal vez no hubiera sido más prudente hacer aquello que nos dejó con las ganas.
     El sol no sale y no se oculta. Somos nosotros quienes nos movemos en el tiempo. La tierra gira, impropia, sin dar importancia a los alaridos del sol que se aferra, que llora, que implora unos minutos más. Y nuestros ojos miran sin percibir la despedida, acostumbrándonos a la oscuridad que nos embarga. Siempre la rutina de adaptarse a aquello que no podemos manejar.
     La luna brilla con más intensidad, empero su brillo le pertenece a la estrella más grande. Y mis sentimientos no dejan de aferrarse a la luz que los obnubilaba y a tus palabras carentes de veracidad. ¿Por qué será que cada fragmento de mí llueve pidiendo no alejarse de ese eco perfumado y falsamente amable?
     El atardecer me pone nerviosa. Toda la vida fui reticente a las despedidas, Evitar el contacto inicial fue una opción que jamás debí dejar de lado. El instinto de curiosidad me llevó a romper barreras que creía sólidas y eran endebles. Y ahora me atengo a las consecuencias. Me veía tan autosuficiente que no me percaté de la fragilidad que conforma mi alma y me dejé arrastrar sin oposición en ese cielo voluble. Ahora me veo forzada a presenciar el ocaso a todas horas, como una condena. Y cada latigazo pastel me susurra que no lo intente ni una vez más.

sábado, 16 de mayo de 2015

Tiempo al tiempo.

Daño al daño, también.

Es un problema no poder empezar una línea. En cualquier círculo de la vida social, si no disponés de las palabras elementales para iniciar un acercamiento o una historia, los pasos subsiguientes se verán trastocados, inconexos, pendientes de un cierre.
     La soledad no es solo la falta de compañía, sino de comprensión, de cariño. Soledad es no poder abrazar al dueño de tus abrazos. Es llorar en un hombro que no te pertenece, sonreír risas sin eco, besar de lejos un amargo sabor conocido.
    ¿Y extrañar? Es ver desaparecer entre tus dedos la luz del sol al atardecer. Es no recordar el candor de una caricia que se sentía tan bien. Es desvivirte en pensamientos inconclusos, llameantes y desoladores que jamás serán atendidos.
      Como olvidar. El olvido que no ejercita la pasión sino amarga de lo que fue querer. Que destroza lo que está lejos. Ese olvido que solo llora al inicio, y al final es alivio. Que no tiene razones para ser, pero aún así avanza.
     Y amar. Amar es todo lo que hago yo.