jueves, 21 de marzo de 2013

Charcos.

"La felicidad no es para todos".
     Esa frase golpeaba en su mente una y otra vez. No la dejaba ir, le ocasionaba un dolor de cabeza inaguantable. No entendía nada de lo que le sucedía. Y cuando levantaba la vista siempre encontraba el mismo panorama: un armario, cuatro paredes negras, escritas casi en su totalidad con tinta fluorescente, y varios charcos de agua a su alrededor. Sintió desesperación por un segundo. ¿Qué pasaría con ella cuando el espacio del abismo negro se agotara, y dejara de escribir fantasías? Fantasías que la hacían sentir mejor. Todo era hermoso cuando estaba dentro de un Universo creado por ella. Uno en donde todos los que amaban, la querían, la acompañaban. Un fabuloso mundo pintado de azul, y de naranja. No estaría nada mal... ¿verdad?
     Volvió a la realidad cuando sintió el agua bajo sus pies. Estaba fría, pero el frío le gustaba. Miró hacia abajo, y vi su reflejo en el agua cristalina. Unas enormes ojeras desfiguraban su rostro. La imagen parecía burlarse de ella, y mostrarle todo lo que le faltaba para alcanzar la perfección. Pero no perfección para ella misma, sino para el resto. Debía esforzarse por ser lo mejor para todos, aunque nadie la valorara y la hicieran sentir mal. Hizo mea culpa un millón de veces, pero nada parece ser suficiente. Debió haber sido catastróficamente malvada en el pasado, como para que el karma le remunerara esto.
    Comenzó a dar patadas a los charcos, enfurecida; como si eso evitara el hecho de que está sola, que es menos que un ser humano, que es imperfecta. Asquerosamente imperfecta. Pronto se percató de algo: ¡toda esa agua con la que intentaba aminorar su furia estaba despintando las paredes! La tinta caía, y cada vez se leía menos lo que había escrito con su horrorosa caligrafía. Gritó. Gritó con desesperación, desconsolada. Era lo único que la mantenía viva. ¡Lo único! El agua se elevó, y comenzó a despintar lo que quedaba. Porque así pasaba siempre. La naturaleza conspiraba en su contra para que siguiera sufriendo.
     Cuando todo acabó, vio el desastre directamente a los ojos. Todo estaba en calma en calma. El semblante de ella volvió a ser taciturno, y suspiró. Debería crear otra historia, o meterse en el armario para que nadie la volviera a ver jamás. De todos modos, no había ni una sola persona que tuviera la intención de buscarla.
Quizás eso sería lo mejor. Total, ya no sabía si tenía fuerza suficiente como para crear otro Universo que se adapte a su extrañeza.

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