jueves, 20 de diciembre de 2012

Torrente.

     El día de ayer, el cielo estuvo gris durante todas las horas en las que el sol «permanecía». Por la noche, comenzó un diluvio. No era muy difícil imaginarse que eso sucedería, pero aún así fue tremendo. Se podía contemplar a las personas yendo y viniendo, desaforados. Como si por acelerar el paso, las gotas no los pudieran alcanzar. Yo amo la lluvia. Me pone melancólica, y me hace pensar. Es bueno pensar; en soledad, con el ruido ensordecedor de mil taladros que golpean el suelo con fuerza, tal vez en venganza por todas las cosas que nosotros le hacemos al hermoso firmamento. También me gusta leer en ese estado, sujetar un pesado libro entre mis manos, y convertirlo en una aventura cuando llega dentro de mi mente, con un montón de imágenes creadas a partir de palabras empleadas con maestría. Es extraño, siempre fui solitaria, y preferí estar como lo estoy en este momento: divagando pensamientos en un teclado, o en una bellísima hoja de papel. Siempre fue eso antes que nada; y que mis allegados protesten ante la falta de compañía en mi vida; pero gracias a la soledad me conozco. Y eso es fundamental para vivir. En efecto, no soy fría y calculadora; tampoco estoy todo el tiempo en un rincón llorando o leyendo. Es muy diferente la forma en la que me expreso al tipo de persona que soy. Podrían decirme débil, porque disfruto de la escritura al saber que no me gusta vivir mi vida, sino contar la de los demás. Pues, inaugurando este blog, quiero decir que intentaré hablar de mí. Eso nunca lo he hecho. Y a veces, solo a veces, uno necesita decir y relatar cómo se siente. Esta podía ser una salida, una terapia. Y aunque probablemente nadie lo lea, me liberaré comentando mis inquietudes y alegrías, tristezas y enojos al mundo. Todos son bienvenidos a participar de esto tan lindo que son los sentimientos descargados en una torrente de palabras, a veces sin sentido, que ahuyenta las pesadillas y me hace caminar sobre sueños.


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